Porque los muertos te visitan, Angélica

Una poeta que me gusta habla de cosas espirituales
como si fueran concretas.
Con cosas espirituales me refiero al diablo y la tribu de 
           Acher y a rituales 
con fuego y canela.
Cosas así.
Ella las nombra como si fuesen reales,
sin distancia, y ahí
reside su maestría.
Ella bajó al pozo de la muerte 
y conoció de verdad al Enemigo -con mayúscula-,
es decir, al diablo.

 ¿Qué es eso del plato?
Pulmones.
¿Pulmones?
Sí, pulmones.
¿De qué animal?
¿Animal? No me hagas reír.

Todos los hijos que tú engendraras en mi vientre 
morían dentro de mí sin ni siquiera haber visto la Luz. 
Algunos fetos esperarían al siguiente feto
 y lucharían entre ellos,
 y se devorarían mutuamente,
caníbales ya desde mis entrañas,
hasta que una vez hechos pedazos
la sangre chorreara a litros por la cloaca sexual,
unida a la cloaca de la preproducción,
igual que la transgresión se halla unida a la ley
Y yo sonreiría y diría,
él los engendra dentro de mí 
y antes de nacer los mato,
los mato,
y lo diría sonriendo.

El cielo estaba oscuro a causa de los tifones.
La espalda aplastada contra el suelo.
Y los labios aplastados contra los dientes.
El cuerpo acribillado de injurias.
El mundo platónico nos conduce sin saberlo por caminos apartados y solitarios.
Son las sendas de nuestros príncipes en busca de sus princesas.
¿Dices que la violaron y fue estrangulada?

Dejé el torso un poco más de tiempo
separado de sus extremidades.
Lo lamieron los perros abandonados.
Después eché a correr
a cualquier velocidad.

Al niño le bastan cinco años
para adentrarse en el bosque
y no volver a aparecer.
(No es el que tiene los calzoncillos
metidos en la garganta, es otro niño).

A unos quinientos metros de la frontera 
encontraron el cuerpo del niño.
De cintura para abajo desnudado. 
De cintura para arriba sin su casa.
Resumiendo, lo hallaron muerto.
Siempre habrá un retrasado 
al que poder interrogar.

Le ayudó a tragar los medicamentos 
con un vaso de lejía. 
Dejó una nota antes de ahorcarse 
vestida de blanco y blanco, 
orinando en el terraplén de la falda.
La calle se puede llamar Islandia.

Veo que se ha cortado el tráfico
a causa de la muerte de un peatón.
Allí, por donde vives, muy cerca.
¿Serás tú? ¿Serás tú?
Ojalá consiga yo al fin descansar.

Al entrar en la UCI esta mañana he visto a gente inconsciente, unos en coma inducido, otros convulsionando, otros emitiendo chirridos inhumanos, todos devorados. Ni rastro de intimidad, la agonía a la vista, ya no hay nada que esconder en un cuerpo que lo soporta todo, que lo teme todo, un cuerpo insoportable, un cuerpo que se niega a conocer su extinción. […] Me han dado 45 minutos para ayudar a comer a mi padre en mitad de ese infierno de seres retorcidos, agujereados, inflamados, jadeantes, babeantes, casi muertos. 

Hay en la vejez una ascesis fisiológica que deja espacio a Dios en mitad de una carne y una mente devastadas. […] Ya no tenemos nada que destruir, el único enemigo es la propia vida, sangre y líquidos estancados, órganos putrefactos, cuerpos convertidos ya en pulpa animal, monstruosos, el espanto de nuestro destino biológico”

Y morir desplomado 
en una calle del barrio 
llamada Los claveles.
Llegados a cierto punto, 
llegados a cierta calle, 
el mundo de la ciencia 
se vuelve deprimente.

Bajo la falda unas bragas a modo de sudario
¿Por qué se las volviste a poner?

Sería gótico matar a tu familia
y salvar a uno de entre cinco.
Elegir entre madre y padre,
entre hermano y gemelas.
Otra vez consejo de administración.

Caí rodando por una colina 
y me frenó un montón de basura.
Entre los restos podridos 
encontré los brazos de una niña.
La sigma de un sumatorio 
entre dos limites definidos, 
la demostración matemática 
de tu supino desprecio.

¿Qué es lo que hace Adelita 
cuando mea con papá?
Enséñale a mamá 
cómo mueves el culito 
cuando meas con papá.
(Escuchado un sábado por la tarde 
en una cafetería 
llena de matrimonios infelices).

Lo echo de menos,
pero matarlo, 
descuartizarlo, 
no fue para tanto.

EL SUELDO DE UN PATÓLOGO FORENSE

Que te den a probar mi músculo de vieja hipnotizada
y el salario de un patólogo forense
para que me comprendas del todísimo.
Te manzanarás, te gin de fénico
Córtame finita finita como la hoja de un libro.
Foliarás la extensión de mis resultados adversos.
Le di impotencia a cualquiera de mis partes.

¿Han muerto todos?
Si, los cuatro. 
Me alegro de que no haya muerto sola.

Salomé Ballestero 
Consejo Editorial Anfibia

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