Entre el muérdago y el bosque habitan terremotos: lo mismo que entre el río y las pirañas, lo mismo que a mitad de este camino entre palabra y la poesía. Anfibio el terremoto, vuelve a unir y a desgajarse: un solo nuevo número y tantísimos racimos con sus frutos cada cual.
Blanca adentro, arriba color musgo, emerge el fruto en Las razones de la orquídea: la poesía, piel de tierra-océano, de Berta Piñán.
Con la sombra desde arriba y las mieles subterráneas surca Amparo Arróspide a través de la Micelia con sus versos hiedra-inquieta entre las rocas.
Moteadas como una chirimoya, de par en par abierta, las mitades que en ofrenda nos convoca ta estar En compañía de marimos son los cantos de Joaquín Fernández de Silva y Milagros Corcuera.
Hibridando entre dos ramas han nacido y ya prosperan, como bayas multiformes, nuestros Pantalones de quimeras; en esta ocasión son habitantes de Las mansiones líquidas de David Vélez.
El coco cae y rompe el suelo solo casi: el Mirto hermético amortigua la caída y la hace eco; en el eco se oye a hablar de Felipe Boso: vamos a poner los puntos bajo las íes; se oye el eco de chús arellano.
Desde el ácido y naranja con limón llega el último brotar de La mujer-cadáver, en El ingenio del escarabajo, que ha ido regando en cuatro veces Marisa Bello.
Un solo nuevo número y el muérdago temblando y la palabra desgajada, luego unida; y el bosque de pirañas y este río: que es camino a la mitad, siempre a la mitad.
Pilar Trol
Consejo editorial Anfibia