PARTE IV. DEVOLUCIÓN DEL NOMBRE
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ANTERIORMENTE EN LA MUJER-CADÁVER…
Trasmutada en mujer-no cadáver, en mujer-no mujer, en no cadáver-mujer, en no-cadáver-no mujer, la mujer-cadáver se transmuta en negación de su negación.
Pues ella que ha escuchado voces de mujeres-cadáver alentando la huida, ha afinado el oído. Con las uñas limadas y las piernas peludas, por detrás en la espalda aplastados sus rizos y un colgante de plata con el cierre de perro que le muerde la nuca, ha erguido sus partes y con ellas se ha ido.
]
Una bóveda de carcajadas y, bajo ellas, el tumulto de piernas que se entrecruzan ilusas queriendo frenar el reguero de orina que desciende por sus cientos de muslos: macilentos, de piernas cetrinas, de humus inmediato, en la proximidad de la fertilidad vicaria.
Llega al punto pactado la mujer-cadáver, al lugar de la convocatoria. Ese espacio-hueco exacto que ocupa su fractura: las articulaciones metacarpianas, donde la bisagra se desprende por tratar de asirse a la supervivencia. donde se pierden las manos que, a ciegas, tientan la defensa.
Ha sido congregada ahí, en el lugar del tránsito, con las otras, como las tantas, con las iguales. Un encuentro, un concilio al que acogerse, en el que es recién llegada.
Es en el trascenio de la muerte (no en la trascendencia de la muerte, no en la trasposición de la muerte, no en la transparencia de la muerte).
Es en el trascenio de la muerte.
Se presenta el comando-cadáver: ausculta el miedo. Se presenta la mujer-cadáver: aduce el miedo.
La mujer-cadáver eructa el miedo, aunque el miedo no trasciende el trascenio de la muerte, pero el hedor aún resuena en los huesos, en las plumas, en las sienes.
Ella expectora el miedo, aunque el miedo no adhiera en el trascenio de la muerte, pero sí reivindica sus turbantes-momentos: cascabel, dentaduras y el crujir de las cáscaras.
La mujer-cadáver repite el miedo: miedo-miedo, miedo-vómito, miedo-asco, miedo-mutismo, miedo-estridencia de grillo, miedo-parálisis, miedo-náusea.
Repite miedo, MIEDO, aunque no hay regurgitación posible que trascienda el trascenio de la muerte, pero el miedo aún cala como líquido en partes percutidas del cuerpo.
Ella, ella, ella, ella, ella ha sido convocada. Ella es la mujer-cadáver. Ella es otra mujer cadáver (más). Y ellas son el gran abanico de mujeres-cadáver.
Pero todas tienen nombre, ya no hay más anonimato.
Elia, Elia, Elia, Elia, Elia. Elia es la restitución post-mortem a través de un cántico-cadáver.
Así es como el embarazo del miedo, gestado en los orígenes mismos del mundo, se interrumpe.
Se urde la trama.
Con puntadas precisas en la grieta que existe entre el mundo real y el guion que lo dicta, todo lo que sucede se sustrae: la escena al otro lado del opaco cortinaje bermellón se visualiza: una imagen ficticia, pero nada irreal, una escena mostrada al otro lado reverbera más allá de la respiración inicial y del último estertor: Exorcismo, liberación, venganza.
ESCENA FINAL
[Una coral de niñas bordadas de peces, orfeón de antifaces como bragas gigantes; unos rulos de barrio, unos guantes de goma y cuchillos de sierra; las arrugas dinámicas en la piel de los años, los pañales usados, cuatro estuches de dientes y muñecas que menstruan culpas llenas de leche.
[Notación musical. Pentagrama de jajajás.]
– Jajá
– Jajá,Jajá
– Jaja,jajá,jajá
– Jajá, jajá, jajá, jajá
– Jajá, jajá, jajá, jajá, jajá
[Las pistolas de puntas en espera de arenga, las pestañas grapadas a las lágrimas quietas, unas novias que saben que la noche vacía si rellena los huecos del insulto diario solo es por la fuerza.]
– Jajá
– Jajá,Jajá
– Jaja,jajá,jajá
– Jajá, jajá, jajá, jajá
[Las rodillas con costras al caer el cemento, argumentos que escapan sobre trozos de aves, las pastillas y coches y su esmalte sin freno. Es chiflada la piel, rebajada en grosor pues ni cubre ni abriga, simplemente madruga.]
– Jajá
– Jaja,jajá
– Jajá, jajá, jajá
[Se abstraen los coágulos y se pisan los textos. Solo quedan las hebras de algodones de furia en los lienzos del suelo recordando las armas.]
– Jajá
– Jajá, jajá
[Nalgas de arpillera, pezones girados, remiendos orfebres y una vida en vilo. Calamares que nadan en el líquido amniótico de un gran saco que carga el cadáver de todas.]
– Jajá
– Já
– J
–
La mujer-cadáver repara en el conjunto, sabe que ha llegado el momento de la despedida.
Marisa Bello
Consejo editorial Anfibia