María Alcaraz Mayor

SIN TÍTULO (I)

Eres toda roja y dorada y
si leo tu nombre
escucho tu voz.

No sé cómo se hará para
abrazar a través de las sillas.

Soy un gigante pequeñísimo
que quiere saber
quién te ha hecho daño
para confirmar
si alguna vez nos hemos sentido igual.

UN PRIMER VERANO

Todavía no nos conocemos
con las rodillas al aire.

¿Cómo será tu cara cuando vayamos
por la calle, inspire muy fuerte y grite
desquiciada: «Huele a jazmín»?

¿Te comerías una flor?

Conozco el confort de las semillas.
El cuidado de tu franela
y el guiso más rico que nadie pueda cocinar.
Pero no cómo es tu pelo rebosando sal,
ni si te gustan los melocotones.

Así, muero por que me recuerdes
que los jazmines no existen,
reconciliarme con el litoral,
probar bocas y volver a la tuya,
hinchar la colchoneta que lleva tu nombre,
cambiar anillos.

Nos magullaremos las rodillas juntas;
las heridas en el mar no escocerán.

CATEDRALES

Has empezado a recoger los cristales que
descansan en un pavimento frío y opaco.

Esta vez no son fragmentos de jarrón, son
vidrios de catedral que quedó a medias pero
tiene unos cimientos bien construidos.
Las vidrieras estallaron y tú
decidida
recolectas los trozos del suelo con cuidado.

No sé por qué lo haces
y me da miedo preguntarte.
Por si no lo entiendo, o peor,
por si lo entiendo a la primera.

No te cortes las palmas por favor,
que todavía no sé dónde se guarda el betadine y no seré
capaz de desinfectar tus heridas. Sí lavaré
tu piel fina de las manos con agua fresca,
no te preocupes,
y a lo mejor es suficiente por ahora.

Espero que así sea.
Pareces decidida a recoger
hasta las lascas más pequeñas;
esas que solo yo sé que están ahí.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You May Also Like