Alberto García-Teresa. Sobre poesía crítica.

Toda obra literaria, todo poema, manifiesta siempre, explícita o implícitamente, pretendido o no, un posicionamiento respecto a la relación del ser humano con los demás y con su entorno: de tolerancia, de afirmación o de rechazo, en mayor o menor medida. La poesía crítica, por tanto, es aquella que muestra su oposición, en distintos grados, con la construcción social e ideológica del mundo dominante. Se trata de poemas que exponen su disconformidad, que confrontan o que ponen en evidencia las injusticias, las opresiones y las desigualdades generadas por el statu quo capitalista y sus herramientas de sometimiento. Constituye una cuestión de perspectiva, no de temas.

La poesía crítica en castellano ha germinado casi desde los comienzos de la lengua, en la Edad Media, según tenemos constancia, dentro de las circunstancias históricas en las que se producía. Con mayor o menor trascendencia, invisibilización o repercusión, debemos no obviar ese hilo de poesía insumisa y disconforme a lo largo de los siglos.

En la actualidad, tras mis investigaciones, enumero cerca de 200 poetas españolas/es con libro publicado que practican poesía crítica. Hablo de poetas, y no sólo de poemas, pues se trata de autoras/es con una orientación crítica en buena parte de su producción poética, no únicamente escritoras/es de poemas críticos ocasionales. Es decir, la poesía crítica no resulta una práctica poética aislada, excepcional ni circunstancial.

En cualquier caso, lejos de concepciones redentoras de la poesía, de una visión autosuficiente de la literatura como forma de intervención sobre y en la realidad, resulta una obviedad afirmar que el arte y la poesía por sí solos no van a cambiar el mundo. Recordemos las palabras del poeta Leopoldo de Luis en el tercer cuarto del siglo pasado: «las revoluciones no se hacen escribiendo poemas sino colectivizando los medios de producción». Sin embargo, la poesía sí tiene la capacidad de transformar a las personas, que son quienes tienen la capacidad, la fuerza y la potencia para poner en marcha ese cambio social.

La poesía puede estimular la transformación interior necesaria para que sea efectiva y real la revolución: puede producir cuestionamiento y desestabilizar las certezas que el sistema nos presenta como indudables, contribuir a complejizar nuestra percepción de la realidad para poder observarla de modo más veraz, activar al público y hacerlo partícipe en vez de espectador-consumidor pasivo, desmontar el lenguaje del Poder, apuntar o hacer presente otro sistema social, ético y económico, construir y reconstruir vínculos y comunidad, fortalecer la empatía, recuperar y guardar la memoria, reconstruir nuestra mirada del mundo, nombrar la esperanza, comunicar la expresión lírica de vivir en una sociedad injusta e inequitativa y posibilitar la catarsis. En definitiva, la poesía puede acompañar y construir antagonismo, extender la subversión y ayudarnos a comprender la realidad para lograr alterarla.

La poesía puede constituirse como herramienta consciente de lucha (y no solamente como mera manifestación o expresión de y en nuestro sistema de clases), porque ya supone y revela, lo queramos o no, una forma de ver y de organizar el mundo específica. Por tanto, dentro del reconocimiento de la multiplicidad de capacidades, posibilidades y modulaciones de la poesía, de su enorme flexibilidad como género literario, podemos trabajar en una práctica poética que opere en sentido contrario al paradigma de dominación imperante. Es decir, una poesía que desmonte su funcionamiento a la vez que estimula, que despierta.

Una acción cultural que avance desde lo alternativo (donde puede caer en cierta autocomplacencia y autorreferencialidad y acomodarse en ese espacio seguro, al buscar una recepción interna exclusivamente) hasta el incómodo y problemático terreno de la confrontación.

Al respecto, no hablo de la postura política del/de la poeta, sino de la naturaleza ideológica de sus poemas, que no tiene por qué coincidir. No es infrecuente confundir la actitud de la persona que escribe (complaciente, escéptica, interrogadora, comprometida) con lo que contienen y despliegan sus textos dentro de un marco de producción y de recepción de ineludible condición histórica.

La poesía antagonista opera en un doble sentido y con una doble intención: dejar testimonio y generar una revelación. Ambos convergen en la finalidad de provocar cuestionamiento. La revelación se produce en tanto que se realiza un trabajo de indagación en los mecanismos políticos, ideológicos y sociológicos de nuestro mundo, especialmente en los ocultos y los naturalizados, para lograr un desvelamiento del funcionamiento de la hegemonía y del sistema. Se incide en sus estructuras de dominación y control social, así como en sus contradicciones, sus paradojas y las consecuencias encubiertas de su organización económica y política. Pretende desenmascarar para impugnar. Es decir, busca desentrañar cómo funciona el mundo para poder actuar sobre él y cambiarlo. A su vez, quiere dar testimonio o documentar las desigualdades y las injusticias, denunciándolas, dado que aspira a reflejar, reprobándolos, los daños causados por esta organización de la sociedad en los individuos y en el medio ambiente. Sigue siendo necesario mostrar lo evidente con un objetivo de agitación. Lo es cuando, como en estos tiempos, la evidencia, a base de capas y capas de autoengaño, de apariencia y de deseos y aspiraciones construidas (de métodos de control de pensamiento, en suma), queda tan nublada, tan enturbiada, que nos cuesta poder contemplarla. Este testimonio deja constancia de lo invisibilizado, por lo cual se puede producir en las/os lectoras/es un proceso de descubrimiento y de aprendizaje o conocimiento; de revelación, en definitiva.

En efecto, la poesía puede ser una poderosa herramienta de deslegitimación del Poder, dado el alto grado de interiorización y de naturalización del capitalismo que hemos asumido. Puede incitar al extrañamiento, a otra mirada que nos permita tomar distancia para juzgar nuestro entorno y a nosotras/os mismas/os. Siguiendo ese ejercicio de revelación y de estímulo, nos redescubre el mundo, nos obliga a percibirlo de otro modo, nos muestra nuevas relaciones que existen a través de los vínculos que el lenguaje posibilita (comparaciones, metáforas, sinestesias…). De esta manera, aspira a desmontar la construcción de realidad fabricada por el Poder. De hecho, busca desarticular el simulacro de aconflictividad del presente en el que nos embute. No en vano, la poesía crítica surge de una posición de alerta, de atención extrema del/de la poeta, que parte de una mirada radical, que atraviesa la superficie y que se detiene en la raíz de los conflictos, de los acontecimientos y del conjunto social. A su vez, demanda y alienta también una alerta y una gran atención por parte del/de la lector/a, que es interpelado/a a cuestionar lo que lo rodea. De este modo, anima a desconfiar de la evidencia, de lo que se nos presenta como obvio en nuestra sociedad, y que responde a la lógica mercantilizada y competitiva.

En definitiva, la poesía antagonista contribuye a desestabilizar certezas para generar pensamiento crítico autónomo (con una/o misma/o, con las/os demás y con el entorno). Puede ampliar la conciencia al hacer tambalear las convenciones y las convicciones, al desmontar el sostén ideológico de este sistema y al mostrar otras formas de organizar el lenguaje (significantes y significados del mundo; constitutivo de la aprehensión de la realidad y formulador de la realidad posible).

Hay que subrayar que este planteamiento no es incompatible con una investigación lingüística ni con una indagación filosófica, sino que precisamente requiere de ellas para poder abordar una orientación antagonista de modo más efectivo, con mejores resultados (estéticos, políticos, comunicativos, epistemológicos). Sin embargo, en cualquier caso, implica una salida de sí; un enfoque hacia las/os otras/os. Expresa de facto un planteamiento antiautoritario y puede ser desarrollado de numerosas maneras y con variados registros. Se debe insistir, por tanto, en que existen diversas formas de acercarse y de hablar de la realidad. Este es un espléndido hecho, que nos abre innumerables posibilidades y que nos enriquece en alto grado.

La realidad no es unidireccional, sino poliédrica, de percepción múltiple, en constante evolución, y participamos ineludiblemente en la construcción de su naturaleza conflictiva y contradictoria como sujetos y objetos a un mismo tiempo. Y puede abordarse desde distintas perspectivas y manifestaciones. Si la literatura tiene una capacidad auxiliadora, de acompañamiento en el desmontaje de los discursos y sistemas del Poder, habrá que continuar examinando registros y modos literarios que colaboren en ese trabajo. Tendremos que llevarlo a cabo explorando, sumando, eludiendo el conformismo y lo acomodaticio, con una continua autocrítica tras haber asumido que el capitalismo y la dominación persisten y que nos atraviesan y afectan porque vivimos en él. En vista de los objetivos alcanzados o, más exactamente, de los no logrados, un planteamiento excluyente, que afirme un único registro como «válido» (moral y/o políticamente), con su tajante seguridad, se ha demostrado culturalmente reduccionista, estratégicamente ineficaz y filosóficamente poco ajustado a la realidad.

Resulta imprescindible reconsiderar las conclusiones alcanzadas entonces para, con humildad, seguir explorando modos que contribuyan a esa tarea. La situación de emergencia (social y ecológica) actual exige un replanteamiento constante y una urgente investigación en las posibilidades de todos los mecanismos y registros literarios. Desde el conocimiento de sus distintas capacidades y carencias, de sus diferentes herencias e implicaciones, no podemos permitirnos el lujo de descartar el tanteo y el avance desde diversos procedimientos literarios. Necesitamos emplear toda nuestra creatividad, todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance ya que, de hecho, esa pluralidad y esa actitud de búsqueda pretendemos que sean también elementos vertebrales de la sociedad justa y digna para todo a la cual aspiramos.

Por todo ello, afirmo la complementariedad y la saludable convivencia de distintos registros y tonos también en el ámbito de la poesía crítica. El mismo proceso de construcción de una cultura antagonista debe incidir en posibilitar y fomentar una poesía que posea una diversidad formal, de tendencias estéticas y de escuelas. Todo ello, siempre si se mantiene con un talante de diálogo, de enriquecimiento mutuo, abandonando toda pretensión de hegemonía estética, alentará ese aprendizaje de convivir con lo diferente y nos colocará en el camino de una verdadera tolerancia a la pluralidad de pensamiento político, a la discrepancia y a las distintas maneras de encarar la realidad. Sin embargo, no podemos obviar que cada opción estética revela, asimismo, sucesivas posiciones ideológicas dentro de un complejo entramado de pliegues y repercusiones. Una práctica poética crítica consciente requiere reconocer esos elementos, asumir sus hipotéticas contradicciones y operar desde ellas con honestidad.

En cualquier caso, esa propuesta debe ir acompañada de un desenmascaramiento de cuáles son los elementos literarios y los mecanismos retóricos que, como correas de transmisión, en su misma forma, apuntalan una estructura de dominación, de sumisión y de delegación para poder rechazarlos y romper con ellos.

Por otra parte, tiene que existir una correspondencia entre lo expuesto en comunicaciones y poéticas y lo que revela e irradia la escritura, pues los poemas deben defenderse solos, sin manifiestos ni declaraciones explícitas que los apoyen. Hay que ir más allá de las formulaciones de esos manifiestos. Ya no se trata de hablar de las potencialidades de la poesía, de enunciarlas, sino de ponerlas en práctica y de que los propios versos constituyan su realización.

Se presenta, entonces, la posibilidad de plasmar esa posibilidad y esa propuesta alternativa en todos los niveles, no sólo en el plano discursivo, en la esfera retórica sino también en su producción y en sus canales de difusión. Por tanto, se trata de conseguir una poesía que se corresponda, desde su propia ideación hasta su ejecución y puesta en circulación, con la sociedad a la que aspiramos. Que la haga presente y no una mera proposición.

Así, consistiría en desarrollar unas prácticas literarias y artísticas cimentadas en lo colectivo, que busquen la participación del público y que rompan la orientación unidireccional de la enunciación, imaginativas, estimulantes, abiertas a la pluralidad y a la diversidad y que manifiesten (de las más diferentes maneras: discursiva, simbólica, estructural y/o retóricamente) una postura crítica con el mundo actual. Siempre, en cualquier caso, requeriría manejar una poesía que fuera consciente de las herramientas retóricas y lingüísticas que tiene a su disposición, las cuales la construyen y le otorgan su especificidad y una potencialidad concreta; que no descuidase nunca el trabajo con la palabra. Una investigación al respecto (individual y colectiva) permitiría aprovechar al máximo su capacidad para enunciar el horror y la belleza del mundo y de la sociedad; para desentrañar, desenmascarar, revelar e impugnar.

Ese planteamiento nos lleva a desarrollar nuevas formas de gestación y difusión de la poesía: formas de producción y distribución cultural no capitalistas, de gestión horizontal, de responsabilidad colectiva. Lo que sí existe dentro de ese adentro extenso en el que nos encontramos insertadas/os son distintos grados de acoplamiento y acomodo (con mayor o menor nivel de choque). Por tanto, planteo la estrategia de optar por construir grietas que puedan arraigar, conectarse y convertirse en cuñas que dilaten esos espacios de resistencia y que comiencen también a ser espacios de ofensiva. Se trata de crear ese afuera dentro del sistema; semillas que se vayan afianzando o que puedan explotar en un momento determinado (pues ya sabemos que los procesos de impugnación social no son lineales).

Hablo de prácticas culturales y sociales de sabotaje que, con astucia, valentía y determinación, se puedan convertir en oposición dentro de los canales y estructuras donde han crecido. Desde luego, este planteamiento requiere de una continua revisión para atender a las contradicciones (para evitar que asfixien y terminen por invalidar el proyecto) y para encarar los riesgos de apropiación por parte del sistema que este llevará a cabo para neutralizarlo y fortalecerse (como históricamente ha ido logrando al incorporar, deglutir y finalmente anular discursos y ejercicios culturales críticos), que son enormes, obviamente. Por tanto, desde esa perspectiva, debemos permanecer muy atentas/os a los intentos de absorción del sistema de una práctica poética disidente e incómoda: preverlos, identificarlos, responder sopesadamente para contrarrestarlos, calibrando siempre el riesgo que conlleva tratar de utilizar los canales, soportes y mecanismos de difusión del sistema en una etapa donde la correlación de fuerzas es tan desfavorable para el antagonismo como la actual.
Sin embargo, si somos capaces de crear anclajes en los movimientos sociales, en las herramientas políticas que emplea el antagonismo, y de conectar los distintos frentes que se vayan abriendo (y, por tanto, no se afronta como un ejercicio autónomo, individual o de un grupo de personas específico, sino como una práctica vinculada a un proyecto de emancipación amplio), podremos mantener una perspectiva de consolidación de la resistencia que pueda evolucionar y pasar a una actitud ofensiva.

En tiempos de derrota ideológica como los nuestros, debemos mostrar constancia, humildad y unidad en la heterogeneidad, intrínsecamente abierta, del ejercicio antagonista, también en el ámbito cultural y artístico. Por tanto, que la poesía sea empleada como un instrumento de cuestionamiento, primero, de confrontación, después, y, finalmente, que se convierta en una fractura en el sistema ideológico, simbólico y político del capitalismo constituye, en cualquier caso, un elemento clave para elaborar otra forma de pensar y construir el mundo, las relaciones sociales y las del ser humano con el resto de la naturaleza.

Porque no basta con poemas que sean cerillas. Hay que apostar por una estrategia de fricción para que prendan.

**

¿Y si se nos desgarrase el grito?

¿Y si la boca enmudeciese,
cercada por la caries, por la niebla de abismo?

Ondean sus sonrisas los fascistas.
Estrechan sus manos, agujereadas
con alfileres, adorablemente llenas de úlceras.
Acarician los machetes,
siembran los muros
y espolvorean un presagio de cementerio.

Se estremecen las abejas
ante la borrasca de líneas verticales,
del ruido helado del cerrojo.
Y el viento, repleto de gargantas roídas
con los minutos astillados por
máquinas de oxígeno y medicamentos racionados,
agita el vientre de una sequía
que no llega a los pulmones.

Los transeúntes usan
sus dedos como llaves para pelar el trigo,
pero son jeringuillas de gusanos
que pudren los abriles.
Abren los ojos con fuerza,
ignoran el polvo de sus muelas,
entornan los omóplatos y peinan su sombra.

Esperanza, esperanza,
aún palpitas entre nuestras manos
porque no sabemos pronunciar las ataduras
de la palabra “resignación”.
Porque el presente requiere de todo nuestro oxígeno.

Ay, cómo titubeas ante el vértigo,
con temblor de manantial intacto.
Pero, ¿acaso tenemos otra opción
que no sea hacer de ti nuestro aliento,
que no sea mantenerte
siempre delante de nuestros pasos?

**

SU VICTORIA

Sepultarnos en la tristeza de la docilidad,
en el vuelo de sabernos incapaces
de verter en los engranajes arena.
Apesadumbrarnos de rutinaria obediencia.
Construirnos callejones a pesar de encontrarnos
en medio de las plazas.
Colocar a los bosques, a los pájaros, a los mares
como enemigos.
Continuar amamantándonos con dominación
porque respiramos su tabla de nutrientes.
Espinarnos el tacto.
Embalsarnos la mirada.
Deshilachar el diálogo, practicar sangrías
en los nudos y en los abrazos.
Deglutir la mansedumbre y vivir la rabia
como un hipo que nos atraganta.
Conducir el horizonte de promesa electoral a
anuncio publicitario, de
remedio tecnológico a remanso místico.

Y, a pesar de todo, hacernos creer libres.

**

Si algún día cierras los ojos
y no los vuelves a abrir
porque no puedes seguir pagando el seguro médico,
porque se ha helado el campo de refugiados,
porque la comida no alcanza
y no consigues vender más tu cuerpo
a los que blanden los cuchillos,
o porque el calor te ha abrasado
y no había agua o no tenías más pies
para seguir andando,
porque de noche te queman el techo,
ahí, tan cerca del río donde vives,
pues no quieren seguir tolerando el color
de tus ojos

entonces

recordarás los abrazos que se fueron debilitando,
cómo las planicies se convirtieron en muros
y nos vestimos de miedo en vez de hidratar la solidaridad,
o la mirada compasiva que se encerró en los bolsillos,
la asamblea que se desdibujó en ensimismamiento,
la cosecha y el reparto en rapiña.
Te acordarás de cómo cruzabas los dedos
cuando empezaste a renunciar,
de cómo agachabas la frente cuando
se estrechaban las paredes,
de cómo te desentendiste de aquellas manos
que se abrían para levantar aún débiles
un plural no excluyente.

Recuérdalo.
No lo olvides.

**

PREGUNTAS ESENCIALES EN TIEMPOS DE COLAPSO

No dónde brota el agua,
sino dónde se la esconde,
dónde se la envasa,
dónde se factura.

No cuánto germina,
sino quiénes lo fumigan,
quiénes lo vallan,
quiénes lo comen.

No cómo protegernos,
sino cómo compartir,
cómo cuidar,
cómo amar.

**

NO RENUNCIAMOS AL entusiasmo.

Aunque estemos deletreando auxilio
entre los árboles que se caen,
cargando las mochilas vacías de futuro,
continuamos apelando al chisporroteo
que nos levanta los músculos y la sonrisa.

Sabemos que ya no se trata
de sobrevivir,
sino de morir sin llevarnos
la dignidad ni la vida de nadie;
de intentar salvar,
quizá únicamente en el cuenco de las manos,
todo lo posible.

Pero sigue teniendo sentido
este impulso de hiedra
que abraza las rocas,
que serpentea entre las grietas,
que se alboroza cuando logra palpar el sol.

Como quien ofrece sus labios en el incendio
y rastrea las gotas suspendidas de las hojas de los pinos,
nos agita un ímpetu que desanuda
la inmovilidad de la tragedia.

Su cerco precisamente lo acrecienta.

Llámalo estertor, llámalo locura,
pero lo cierto es que rebañaremos
el brillo de los días
ensanchando el hueco de la vida.

De El áspero dolor de la esperanza (Lastura, 2025)

Alberto García Teresa
Colaborador de Anfibia

FOTOGRAFÍA: JIMENA CUERVA

Alberto García-Teresa (Madrid, 1980)

Doctor en Filología Hispánica con Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) (Tierra de nadie, 2013). A partir de ese trabajo, ha elaborado una veintena de antologías y libros de estudio sobre poesía crítica contemporánea:

Para no ceder a la hipnosis. Crítica y revelación en la poesía de Jorge Riechmann (UNED, 2014; Lastura, 2024) y Pálpito de primavera, floración de resistencia: la poesía de María Ángeles Maeso (Lastura, 2023); las antologías Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) (La Oveja Roja, 2015), Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres (Baile del Sol, 2019), Última poesía crítica. Jóvenes poetas en tiempos de colapso (con David Trashumante; Lastura, 2023). La selección de ensayos en El verso por asalto. Poesía, desobediencia y construcción antagonista (Tierra de nadie, 2018) o antologías de los poemas de Nancy Morejón, – Las horas comunes (Huerga & Fierro, 2022)-; Jorge Riechmann –El empeño del manantial (Lastura, 2022) y Poesía de los vínculos. Antología de textos sobre poética (Lastura, 2025)-; Enrique Falcón –Aluvión (La Oveja Roja, 2017)-; Antonio Méndez Rubio –Abriendo grietas. Poemas de, desde, hacia la utopía (Amargord, 2017); María Ángeles Maeso –Pintar el alba (Bartleby, 2023); Antonio Orihuela –El tiempo de las alambradas (Pregunta, 2018); Matías Escalera Cordero –Preferimos el grito (Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, 2022) o del gallego Daniel Salgado –Huelga general (Marisma, 2018), entre otras.

También ha realizado la edición de las entrevistas completas a Jorge Riechmann (Un lugar que pueda habitar la abeja. La Oveja Roja, 2018).

Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, 2008), Oxígeno en lata (Baile del Sol, 2010), Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013), La casa sin ventanas (Baile del Sol, 2016), A pesar del muro, la hiedra (Huerga & Fierro, 2017), Entre paréntesis. Poemas de la cárcel (Agita Vallecas, 2022), Cuando dejamos atrás lo posible (Baile del Sol, 2022) y El áspero dolor de la esperanza (Lastura, 2025).

También ha publicado los libros de microrrelatos Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos (Amargord, 2013) y Callejero de Manglar (Lastura, 2022).

Ha sido traducido al esperanto, al inglés, al francés, al serbio, al rumano, al búlgaro, al bengalí y al macedonio.


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